El problema de las bolitas de plástico o “lágrimas de sirena” en las playas

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Escrito por verdes |

La tarde de un domingo primaveral de abril el sol ilumina la playa de Tregantle, […]

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La tarde de un domingo primaveral de abril el sol ilumina la playa de Tregantle, al suroeste de Inglaterra. Sin embargo, en la arena se puede percibir la presencia de un invasor silencioso cuando Rob Arnold, activista medioambiental, ingeniero y artista de 65 años, se agacha y extrae de la arena algunas bolitas de plástico que muchos llaman “lágrimas de sirena”.

Las microperlas, transparentes y del tamaño de una lenteja, se utilizan para fabricar objetos de plástico. Se escapan fácilmente durante el transporte y la manipulación. Y se han convertido en contaminantes persistentes que además absorben otros contaminantes.

Unos 11 millones de millones de microperlas acaban en el océano cada año, según la organización británica Fauna & Flora. Una vez en la naturaleza, viajan con las corrientes de los océanos y con frecuencia llegan a playas y costas.

Por su tamaño y forma, las aves y otras criaturas marinas las confunden con huevos de peces y se las comen. Si un animal que las ha ingerido a su vez es devorado por otro toda la cadena alimentaria se ve afectada.

Limpieza de la playa

Ese día, más de 10 personas participaron en la limpieza de la playa, entre ellas Rob. 

Los apoya una máquina especial que inventó, compuesta por una cubeta de plástico, una rejilla y un sistema de tubos para separar los residuos plásticos de los naturales y de la arena, según explica a la AFP. 

Jed Louis, de 58 años, viste una sudadera beige con el nombre de la asociación local de limpieza de playas.

“Esta playa está especialmente contaminada debido a su ubicación, las corrientes y su forma tan abierta al mar. Es en otoño e invierno, debido al clima, cuando encontramos más microplásticos en las playas. Las tormentas, las tempestades y los vientos los sacan a la superficie. Por desgracia, el plástico se queda, no desaparece”, explica. 

Después de algunas horas, los voluntarios limpian solamente unos metros cuadrados de la playa de Tregantle. 

Para Clare Wallerstein, de 53 años, “a veces es un poco como hacer arqueología. Si excavamos en la arena, encontraremos diferentes capas de plástico”. Una parte de estas microperlas se entrega a Arnold para sus creaciones. Otra parte se utiliza para concienciar en las escuelas. Lo que no se puede reciclar acaba en la basura y se incinera. 

Obras de arte

Una vez que estén secos y clasificados podrá añadirlos a los millones de microperlas que ha recogido en seis años. Las almacena en el garaje de un amigo y eventualmente las convierte en obras de arte. 

Con casi un millón de trozos recogidos en la playa creó una escultura de más de casi 2 metros, similar a las estatuas de la Isla de Pascua, en el Océano Pacífico. 

“Es una metáfora de lo que le estamos haciendo al planeta. Lo estamos contaminando. Estamos agotando todos sus recursos. Si lo destruimos, no tendremos adónde ir”, afirma.

Para su próxima creación, le gustaría hacer un meteorito que se dirige hacia la Tierra. “Como el meteorito que causó la extinción de los dinosaurios porque es exactamente lo que estamos haciendo”, explica.