Estrés biológico en los árboles: alerta del calentamiento global

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El estrés biológico no es nuevo, se ha extendido provocando una problemática letal parecida a […]

El estrés biológico no es nuevo, se ha extendido provocando una problemática letal parecida a la pandemia de COVID-19, pero en los árboles.

A finales del pasado mes de abril muchos mexicanos se despidieron de la icónica palmera que durante casi un siglo tuvo un lugar emblemático en el Paseo de la Reforma, esto después de que expertos científico-técnico recomendaron sustituirla para evitar riesgos. 

El Colegio de Postgraduados en México y América Latina que es reconocido por su liderazgo en ciencias forestales y agroalimentarias tomó diversas muestras de suelo, raíz, tallo y hojas de la palma debido una pudrición.

El hongo que hallaron estaba provocando un taponamiento que bloqueaba la circulación en el tronco y las hojas, señalando como responsables directas a las altas temperaturas que habrían asfixiado a la palma.

Aunque antes de retirarla se agotaron otras instancias. Por ejemplo, se le dio mantenimiento para mejorar su salud haciendo mejoras de suelo, así como el de otras zonas verdes de la glorieta. También se incorporaron microorganismos, composta y nutrientes biológicos, sin embargo, parecen no haber funcionado. 

Un ingeniero forestal de la Universidad de Kyoto, en Japón, que por décadas ha analizado la vida verde de la ciudad indicó que el problema de la palma no es único ni nuevo y que desafortunadamente se ha extendido provocando una problemática letal parecida a la pandemia de COVID-19, pero en los árboles.

Los estudiosos unieron sus conocimientos y descubrieron que las alteraciones en las áreas verdes mexicanas son dramáticas, sobre todo en el poniente de la Ciudad de México. 

Y es que los desarrollos urbanos, los condominios para un sector poblacional con alto poder adquisitivo y las torres que albergan centros comerciales han arrasado con partes de bosques nativos que habían permanecido por milenios.

Las grandes construcciones han devastado la temperatura, colocándola en 0.5ºC arriba del promedio histórico. 

Y ante esta catástrofe ambiental, muérdago, citoplasmas e insectos barrenadores han atacado a los árboles mexicanos. Pese a que no se sabe a ciencia cierta qué especie en particular produce ataques concretos, las consecuencias son irreversibles. 

La alerta se encendió hace ocho años y desde ese momento se le notificó a las autoridades, intentando evitar que las palmas murieran. Una década después ocurrió lo predicho y la Palma de Reforma fue una de las víctimas más conocidas, aunque otros árboles han manifestado una salud cada vez más frágil.  

Con las consecuencias sobre las manos, las autoridades optaron en sustituir a la palma por un ahuehuete, mismo que fue elegido por la población. Sin embargo, casi desde su colocación parecía estar muriendo.

El ahuehuete perdió hojas, lucía gris y tuvieron que pasar meses para que reverdeciera después de un señalado proceso de adaptación. Pero la epidemia y el estrés en los árboles es latente y sustituir a todas las áreas verdes cuando agonizan parece no ser la mejor opción, sobre todo cuando la crisis climática es más voraz y las altas temperaturas siguen elevándose sin control. El ahuehuete ahora que ocupa el lugar de la palma, ahora está en terapia intensiva.