La captura de gases de CO2, una alternativa para reducir emisiones

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Los gases de efecto invernadero (GEI) son los principales causantes del calentamiento global, particularmente el […]

Los gases de efecto invernadero (GEI) son los principales causantes del calentamiento global, particularmente el dióxido de carbono (CO2). Estos son emitidos por los países a lo largo del año, pero no todos lo hacen en las mismas dimensiones. Diversos informes de la Unión Europea, de la Comisión Europea y de otras entidades de la industria privada coinciden en que son cinco las naciones que más producen CO2.

La producción industrial genera más del 40 por ciento de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, por lo que la responsabilidad de empresarios en la pelea contra los peores efectos de la crisis climática es muy clara. De hecho, 2019 se reveló que sólo 20 compañías son responsables de más de un tercio de las emisiones a la atmósfera, entre los años 1965 y 2017, según información del diario británico The Guardian.

China produce cerca del 27% de las emisiones, y desde 2004 hasta 2014 no han parado de aumentar en torno a 6 por ciento. Después se encuentra Estados Unidos, que acapara trece por ciento de las emisiones mundiales. El tercer grupo de países es la Unión Europea e India, con un siete por ciento. Rusia crea un 4,6 por ciento de emisiones globales. Estas cifras según el informe de JRC sobre emisiones de CO2 fósil y gases de efecto invernadero de todos los países del mundo (2019).

Hay un consenso sobre las medidas drásticas que deben implementarse contra el calentamiento global. Una de las decisiones a propiciar es la disminución de la llamada huella de carbono, reduciendo -o eliminando desde la raíz- el volumen de gases de efecto invernadero que efectúan las actividades económicas.

Sobre este panorama inmediato, muchas grandes compañías se están moviendo para capturar, transportar y almacenar CO2 como una de las posibles vías para reducir sus emisiones al planeta y ayudar a mitigar los terribles efectos. En específico, esta herramienta evitaría que el dióxido de carbono quede libre en el aire.

En primera instancia, se debe atrapar el CO2 suficiente, separándolo de otros gases -ozono, metano, vapor de agua, clorofluorocarburos (CFC), entre otros- que aparecen en procesos industriales. Para llevarlo a cabo, las tecnologías más utilizadas son: precombustión, postcombustión y oxicombustión.

En segunda instancia, el CO2 captado atraviesa por un tratamiento de compresión y purificación previo a su traslado, que se lleva mediante gasoductos de alta presión y cisternas en camiones, trenes y barco.

Finalmente, se almacena en un sitio que no se encuentre en contacto con la atmósfera. Generalmente se eligen formaciones geológicas subterráneas con profundidades superiores a los 800 metros, ya que la presión lo concentra en un estado parecido al líquido, lo que implica alta densidad. Además, para evitar fugas se seleccionan formaciones geológicas particulares, con rocas porosas para resguardar con una “roca sello” encima, que hace menor el peligro de salida, haciendo que el CO2 se quede durante muchos siglos.

Esta tecnología es totalmente viable, aunque aún queda cuestionamiento al respecto como si es aplicable a todas las empresas, si es seguro su almacenamiento por cientos de años y qué pérdidas de CO2 son asumibles para el medio ambiente una vez guardadas.

Otra de las inquietudes que preocupan al sector industrial es quién asumirá el costo y en quién revertirán. Hay compañías que ya están eligiendo por un nuevo enfoque que les otorgue la posibilidad de saltar hacia un futuro sin emisiones de carbono, pero con otras opciones con las que se haga un compromiso de disminución y captación, aunque dejan de lado el transporte o el almacenamiento.