La constante evolución del compromiso social
Escrito por verdes |
Hace ya muchos años que el incremento de la temperatura del planeta ha sido tema […]
Hace ya muchos años que el incremento de la temperatura del planeta ha sido tema de preocupación mundial. El futuro nunca ha sido más sombrío. Un consenso científico casi total dice que el aumento de la temperatura inició en la revolución industrial(entre 1760 y 1840), una etapa que marcó un parteaguas para el desarrollo económico e industrial global, y podríamos decir que fue la primera actividad humana que ha puesto en peligro su propia existencia.
La revolución industrial también dio inicio a las corporaciones. En 1919 —con el surgimiento de la Organización Internacional del Trabajo— se empezaron a atender los asuntos de los trabajadores y el impacto de las empresas en su entorno social y ambiental. Sin embargo, fue hasta 1990 que el término Responsabilidad Social Empresarial (RSE) tomó mayor importancia (aunque se acuñó desde antes, no nos detendremos para una revisión exhaustiva), curiosamente cuando se empiezan a analizar con más seriedad los efectos del cambio climático. Pero entonces el matrimonio entre la ética y los negocios aún era muy joven y con innumerables áreas de oportunidad. Aunque existen muchos casos contrarios, las corporaciones abordaban la cuestión de su impacto en la sociedad para conservar el prestigio o como una moda y para cumplir con programas sociales y ambientales. Si bien esto no es algo malo, estaría lejos de ser suficiente.
La RSE se cimenta en la idea de que todo proyecto empresarial toma recursos que pertenecen a la humanidad, a la sociedad (incluido el recurso humano), y por lo tanto, tendría como «deber» retribuir eso que se ha tomado; no obstante, la realidad nos muestra lo mucho que han quedado a deber esas retribuciones. Además, con el inicio del milenio, los conceptos tras las RSE se han transformado y evolucionado, y tristemente ensombrecido en la noción de sostenibilidad, donde ya no sólo se trata de regresar lo tomado, sino de trabajar de tal forma que las generaciones futuras puedan tener un mundo donde vivir.
De modo que hoy la RSE debe cuestionarse también su propia esencia, revisarse y trascender sus alcances hacia donde creo que mejor encaja, en la fórmula de ESG. ¿Por qué razón? El Pacto Global, promulgado en el 2000 y los consecuentes 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible dieron inicio al nuevo siglo enfrentando la crisis global y la pobreza desde un ámbito holístico en el que no se puede abordar lo social sin lo ambiental, así como la organización empresarial en la cuna del gobierno corporativo. Hoy el papel de las corporaciones es más protagónico que nunca. Ya no se trata nada más de dinero y filantropía, sino de ser un motor de transformación de la comunidad, lo que incluye ejercer y promover la equidad de género y la inclusión de todos los grupos sociales y las comunidades donde se desempeña cada empresa.
Ahora más que nunca la ética, la legalidad y la corporación encuentran modos de consumar su relación sin quedar en meras palabras y buenas intenciones. Sumemos a esto que el mercado laboral está conformado en 50 por ciento por millennials y en 2018 ingresó la Generación Z, aquellos nativos digitales cuyas elecciones se basan en el impacto social de los bienes que adquieren y qué tan comprometidos están quienes se los proveen.
Siendo muy claros, las nuevas generaciones se preocupan ya de forma diferente por su propio presente y futuro; de ahí que parece que ellos detonarán el mayor de los cambios. Veremos.