Huella hídrica: el inicio de una mejor gestión del agua

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Por: Eduardo Carrillo, director general de rieggo® Rotoplas ¿Te has puesto a pensar en cuánta […]

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Por: Eduardo Carrillo, director general de rieggo® Rotoplas

¿Te has puesto a pensar en cuánta agua se necesita para producir un kilo de café tostado? La respuesta es abrumadora, la Conagua ha reportado que para obtener esta cantidad de café se necesitan alrededor de 21 mil litros de agua. Si vamos más allá, se puede ver que, para una taza de café promedio de 125 ml, que requiere siete gramos de este producto, se necesitan 140 litros de agua. En otras palabras, por cada gota de café que se degusta, se utilizan más de 1,100 gotas de agua. 

Saber cuánta agua es necesaria para producir todo lo que utilizamos es fundamental para modificar nuestros hábitos. Bien dijo el físico W. T. Kelvin que, “lo que no se mide, no se puede mejorar”. Por ello, el concepto de huella hídrica, acuñado en 2002 por A. Y. Hoekstra, profesor de la Universidad de Twente, en Países Bajos, resulta fundamental para medir tanto el volumen total de agua utilizado para producir bienes y servicios, como su origen. 

Una mejor gestión del agua comienza conociendo cuál es la situación actual y cuánto de este recurso se destina a la producción de alimentos, productos y servicios. Es aquí donde los sectores empresarial, industrial y agrícola adquieren relevancia y son agentes de cambio para el mejor aprovechamiento de los recursos. 

Por esta razón, todos los sectores podrían contemplar la medición de su huella hídrica bajo los tres tipos de huellas: la azul, que es el agua obtenida de ríos, embalses y acuíferos; la gris, que indica la cantidad de agua dulce necesaria para estimar la carga de contaminantes de un determinado proceso productivo; y la verde, que es el agua de lluvia que se almacena en los suelos y que, está presente en los productos del campo.

La agricultura es uno de los sectores que más utiliza agua y, de acuerdo con estimaciones de la FAO, en los próximos años tendrá un incremento del consumo de este recurso natural, por lo que es necesario:

  1. Construir modelos sostenibles que atiendan las demandas de producción actual con todos los retos climáticos que implican, como sequías, inundaciones, erosión del suelo, entre otros.
  2. La industria tendrá que ser capaz de aumentar su capacidad productiva de alimentos para las futuras generaciones, que de acuerdo con la FAO alcanzará los 9 mil millones de personas en 2050.

Por lo anterior, es necesario implementar mejores estrategias de gestión del agua para los cultivos, que permitan un adecuado aprovechamiento y reduzcan su desperdicio. La tecnificación del campo es una de las grandes soluciones a este reto, pues la FAO ha señalado que, las tecnologías de automatización digital, favorecen la agricultura de precisión y pueden facilitar la adopción de prácticas sostenibles que permitan el ahorro de agua, lo que permitiría aumentar el rendimiento del cultivo hasta en 15 por ciento.

La huella hídrica en el campo nos permite medir la cantidad de agua utilizada en cada producto que se cultiva y con ello ver que la gestión de este recurso no es la óptima, por lo que urge adoptar prácticas agrícolas sostenibles que permitan un uso adecuado de este bien.

Hoy en día existen esfuerzos importantes desde el sector agrícola en materia de sustentabilidad que, a través de tecnologías y sistemas de riego eficientes, ofrecen una serie de beneficios que van desde la mejora del rendimiento de los cultivos, la reducción de costos, la conservación de los recursos hídricos, hasta la sostenibilidad ambiental y la adaptación al cambio climático.