Cambiar los hábitos alimenticios, contribuye a reducir emisiones de CO2

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El transporte de frutas y verduras genera casi el doble de emisiones de carbono, se […]

El transporte de frutas y verduras genera casi el doble de emisiones de carbono, se estima que 83% de las tierras de cultivo se utilizan para obtener productos de origen animal.

Prácticamente, todos los aspectos de la vida tienen impacto en el medio ambiente, de mayor o menor medida, y la alimentación no es la excepción. Esto va desde los residuos que deja, el tipo de comida que se consume, su proceso de producción, hasta la forma en que llega a la mesa. Según un estudio reciente, el transporte de frutas y verduras genera casi el doble de emisiones de carbono que las de su cultivo.

En los últimos años, ha cobrado mucha fuerza un movimiento que impulsa el vegetarianismo (no consumo de ningún tipo de carne) y veganismo (no consumo de nada proveniente de animales) como alternativa al consumo de carne. Por varias razones, entre ellas el maltrato animal que muchas veces traen detrás los alimentos y la contaminación que deja a su paso.

La carne tiene repercusiones fuertes en la naturaleza, se calcula que el 83 por ciento de las tierras de cultivo del planeta se utilizan para obtener productos de origen animal. Además, su aporte calórico y proteico es del 18 y 37 por ciento, respectivamente, lo que muestra el uso ineficiente del terreno. Derivado, del pastoreo y el cultivo para los alimentos de los animales.

Se estima que, si la mitad de todos los alimentos de origen animal es sustituida por otros de origen vegetal, se podría ver una disminución del 35 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero en Estados Unidos. el equivalete a 224 toneladas anuales. Asimismo, un informe de 2019 reveló que, si se hace un cambio a una dieta basada en plantas, las emisiones pueden reducirse en 80 por ciento para el 2050.

De igual forma, el consumo de agua debe ser considerado, sobre todo, por la crisis hídrica que atraviesan muchos países actualmente. Se cree que la ganadería tiene a su disposición cerca de un tercio del agua potable disponible en el planeta.

Un estudio en 2016 descubrió que las dietas pesco-vegetarianas (consumo de pescado como única carne) y vegetarianas tienen una huella hídrica menor, entre el 30 y del 53 por ciento. Ese mismo año se comparó la alimentación estándar occidental y la vegana, dando como resultado que esta última consume 50 por ciento menos agua y puede emitir entre 70 y 80 por ciento menos gases de efecto invernadero.

Hasta hace poco se pensaba que el transporte de alimentos no generaba grandes cantidades de carbono. Sin embargo, un informe reciente señaló que puede producir hasta 7.5 veces más gases de efecto invernadero de lo que se estimaba.

Los productos agrícolas, entre ellos las frutas y verduras que constituyen las dietas vegetarianas y veganas, representan el 46 por ciento de las emisiones de carbono del transporte de alimentos. En cuanto al total de emisiones por transporte de mercancías, la comida significa el 29 por ciento.

Cambiar las formas de producción y consumo de los alimentos podría significar una disminución de 10 gigatoneladas en las emisiones de CO2 para el 2050. Esto significa cambiar a sistemas más sostenibles y en ese aspecto, ningún plan de acción climática incluye el impacto de la importación de alimento, ni la promoción de regímenes alimenticios más saludables y sostenibles.

El único país que contempla con un estilo de vida más verde es China, pero en ello no se especifica si incluye el tipo de dieta. Por su parte, Alemania se compromete a dejar de lado las prácticas contaminantes de la agricultura intensiva.

Cambiar los hábitos alimenticios no es tarea fácil, pero hay que buscar un equilibrio entre las necesidades nutricionales y ecológicas. Y transitar hacia la comida vegetal, local y de temporada, puede aportar su granito de arena.