Innovaciones tecnológicas retrasan la detección de problemas de audición
Escrito por Said Pulido |
Diferentes factores de riesgo contribuyen a una disminución en la audición de las personas. Sin […]
Diferentes factores de riesgo contribuyen a una disminución en la audición de las personas. Sin embargo, su diagnóstico suele postergarse hasta que ya es una condición limitante.
¿Quién no ha disfrutado de una película o de un concierto con la intervención de un sistema de sonido envolvente? En ese momento, pareciera que estamos en primera fila y somos capaces de escuchar a la perfección ruidos imperceptibles en la vida cotidiana.
Esto es tan solo una muestra de lo que la tecnología puede hacer por nosotros en términos de sonido.
No obstante, su uso excesivo llega a enmascarar problemas como la pérdida de audición, advierte la Doctora Adriana Ricalde Sánchez, médico especialista en audiología de Imagenus, centro de diagnóstico médico de alta especialidad.
“Hoy en día existen muchas herramientas que compensan la pérdida auditiva, un mal que ocurre de manera progresiva en la mayoría de los casos. Por lo tanto, los pacientes solo acuden a consulta para un estudio audiométrico cuando la situación ya es limitante o afecta la comunicación o su trabajo”, explica la experta.
Detección oportuna
Aunado a la escasa atención que prestamos a nuestros oídos, existe otro inconveniente. Y es que cuando se experimenta una pérdida auditiva de manera súbita, es común acudir primero con un otorrinolaringólogo, más no con un audiólogo.
“Este último recurre a pruebas como la audiometría tonal, que analiza la capacidad de escuchar sonidos. Otra opción es realizar una impedanciometría, la cual evalúa la función del oído medio ante el estímulo sonoro, así como la movilidad e integridad de la membrana timpánica y la continuidad de la cadena osicular”, detalla la experta.
Si bien quienes viven con afecciones crónicas y los adultos mayores enfrentan mayor riesgo de desarrollar este tipo de padecimientos, la Doctora Ricalde Sánchez considera que la incidencia entre los jóvenes va al alza. Lo anterior se debe a una alta exposición a ruidos ambientales, al uso prolongado de audífonos y a la presencia de alteraciones metabólicas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de mil millones de personas de entre 12 y 35 años corren el riesgo de perder la audición. Entre los factores de riesgo, destaca la exposición prolongada y excesiva a música fuerte y a otros sonidos recreativos. Dichas situaciones pueden traer consecuencias devastadoras para su salud física y mental, educación y perspectivas de empleo.
Por ello, se debe estar alerta a las siguientes señales:
• Dificultad para escuchar susurros y/o comprender conversaciones en sitios ruidosos.
• Necesidad de que nos repitan palabras en una conversación.
• Problemas para percibir sonidos agudos y/o graves.
• Deseo de subir demasiado el volumen de aparatos electrónicos.
• Alteraciones del equilibrio (mareo o vértigo).
Además de moderar el volumen de lo que escuchamos, concluye la especialista, lo ideal es someternos a una revisión audiológica al menos una vez al año. No importa la edad.
“Por desgracia, es muy poco frecuente que se revise la salud auditiva por prevención. Es decir, sin presentar síntomas o que algún familiar refiera una falla habitual al conversar”, puntualiza.
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