Suministro de gas licuado ruso a España se duplica a pesar de la reducción de importaciones

Manuel Pineda Curiel

Escrito por Manuel Pineda Curiel |

A pesar de una reducción general en las importaciones de gas durante el verano, el […]

A pesar de una reducción general en las importaciones de gas durante el verano, el suministro de gas licuado ruso (GNL) a España ha mostrado una tendencia contraria, duplicándose y superando al proveniente de Estados Unidos. En términos generales, Argelia continúa siendo el principal proveedor de gas para España, con Rusia rezagada en comparación. Sin embargo, en 2024, se proyecta que el gas licuado ruso domine la demanda española de GNL, un cambio significativo en el panorama energético del país.

Según datos del boletín estadístico de agosto de Enagás, el operador gasístico nacional, el GNL ruso satisfizo el 23.6 por ciento de la demanda española en dicho mes, mientras que en julio este porcentaje había alcanzado el 27.4 por ciento. En términos del volumen acumulado anual, el gas licuado ruso ha representado el 22.8 por ciento del suministro total, siendo solo superado por los aportes procedentes de Argelia, que domina con un 36.2 por ciento de media en lo que va del año, alcanzando el 34.6 por ciento en agosto. La capacidad de aprovisionamiento por tubería de Argelia le otorga una ventaja competitiva sobre otras fuentes de suministro.

Este incremento en la dependencia del gas ruso en España contrasta con los esfuerzos de la Unión Europea por reducir su dependencia energética de Rusia. Tras el inicio de la guerra en Ucrania en 2022, la UE implementó sanciones dirigidas a limitar la importación de gas ruso, con el objetivo de vetar totalmente su compra para 2025. No obstante, aún no está claro si dicho veto podrá cumplirse, dadas las actuales dinámicas del mercado energético.

Implicaciones económicas del veto

La potencial prohibición total del gas ruso a partir de 2025 plantea varias implicaciones económicas. Para los países europeos, esto podría traducirse en un incremento de los precios del gas, afectando a sectores industriales clave y a los consumidores. Los esfuerzos por diversificar las fuentes de energía y aumentar las capacidades de almacenamiento también suponen inversiones sustanciales, lo que podría encarecer la transición energética.

Por otro lado, para Rusia, la prohibición implicaría la pérdida de uno de sus principales mercados de exportación de gas, lo que golpearía duramente a su economía, dependiente en gran medida de los ingresos por la venta de combustibles fósiles. A corto plazo, el desafío para la UE será garantizar el suministro energético y evitar una crisis durante los picos de demanda, mientras continúa la transición hacia un modelo energético más independiente y sostenible.