La cruzada del maíz contra los transgénicos

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Ya por finalizar 2024, un panel internacional declaró improcedente la prohibición de la importación de […]

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Ya por finalizar 2024, un panel internacional declaró improcedente la prohibición de la importación de maíz transgénico a México, la resolución se tomó en base a los acuerdos del T-MEC. El argumento fue que “no existen fundamentos científicos que comprueben efectos adversos en el ser humano, ni la contaminación de otras tierras de cultivo”, además de socavar el acceso al libre mercado.

Pero la contienda aún no termina, la presidenta Claudia Sheinbaum, llamó a los legisladores de ambas cámaras a trabajar en una ley que promueva a rango constitucional la “prohibición de la siembra de semillas genéticamente modificadas en México”. 

El tema no solo tiene implicaciones agroalimentarias, también incide en los acuerdos comerciales entre México y Estados Unidos, así como en la importación y producción de maíz en nuestro país.

Pero vayamos por partes, la noticia de que los Estados Unidos ganaron la demanda contra el decreto presidencial del gobierno mexicano de 2020, que prohibía el uso e importación de glifosfato como fertilizante para la producción agrícola, así como su adecuación en 2023 que señalaba la “sustitución gradual del uso de maíz transgénico para consumo animal y uso industrial para consumo humano”, se dio en el momento en que se reportaba que la producción de maíz en México cerraría 2024 con una caída de 8.9 por ciento.

Este escenario, evidencia una crisis en el sector agrícola mexicano especialmente en la producción de maíz. De acuerdo con el informe “Panorama del Maíz 2024” elaborado por FIRA, se estima que este año, las importaciones mexicanas de maíz crecerán 23 por ciento, esto significa que la mitad del consumo de este grano en México, estará cubierto por las importaciones venidas de los Estados Unidos.

El panorama no es halagüeño pues de acuerdo con el informe de FIRA, las importaciones mexicanas de maíz, se han incrementado desde el año 2013 cuando la balanza comercial del grano comenzó a ser deficitaria y desde entonces, la producción de maíz en México sigue disminuyendo mientras las importaciones aumentan.

¿Pero cómo llegó hasta aquí un país en donde el 60 por ciento de la producción de maíz, es para consumo humano? El origen del desajuste en la producción de maíz en México se dio con su entrada al TLC en 1994. Este tratado implicaba la apertura comercial de la producción agrícola de los países firmantes, lo que significaba, el intercambio de productos agropecuarios “sin restricciones comerciales”.

Productores mexicanos

En el caso de los productores mexicanos, no contaban con la capacidad para producir y exportar maíz a precios competitivos, mientras que, los productores estadounidenses, pudieron colocar sus excedentes de maíz en los nuevos mercados a precios bajos, iniciando así, el desplazamiento de los productores mexicanos que cubrían la demanda interna.

La desventaja competitiva, llevo a los productores nacionales a desplazar poco a poco el cultivo de maíz que dejo de ser rentable para sustituirlo con productos agrícolas que dejarán mayores ganancias. De esta manera, la superficie sembrada de maíz en México, se redujo 6.7 por ciento en los últimos 10 años migrando hacia el cultivo de frutos rojos que ha incrementado su producción para exportación a los Estados Unidos.

En ese contexto, la aparición de las empresas fabricantes de semillas genéticamente modificadas se presentaron como la solución para incrementar la productividad en la siembra de maíz en México. Pero desde la entrada en vigor del TLC, existió una firme oposición a la siembra de maíz transgénico por parte de los agricultores mexicanos. 

Vale decir que a nivel mundial, no existe una regulación que prohíba como tal el uso de semillas genéticamente modificadas en el sector agrícola. La razón es que los científicos no han logrado ponerse de acuerdo para definir si el uso y consumo de alimentos genéticamente modificados, generan daños a la salud y contaminan los campos cultivo. 

Y aunque en 2003 entró en vigor el protocolo de Cartagena que prohíben el uso de organismos genéticamente modificados en el intercambio comercial y desde 2004 el Codex Alimentarius de la FAO aborda la seguridad de los alimentos basados en organismo genéticamente modificados, la realidad es que ninguno es definitorio ni vinculante.

La batalla del gobierno mexicano contra el maíz transgénico está lejos de terminar pues aún dentro del T-MEC, existen argumentos para defender su soberanía alimentaria pues en ninguno de sus incisos, obliga a México a importar organismos genéticamente modificados.