La dura realidad de convertir gobiernos en Estados ecologistas

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Escrito por verdes |

Por todo el mundo comienza a librarse una crucial batalla en términos de la transición […]

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Por todo el mundo comienza a librarse una crucial batalla en términos de la transición hacia una economía más responsable y amigable con el medio ambiente. Aquí no hablamos del desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, se trata de la viabilidad y futuro de las naciones.

En el Reino Unido, el Partido Laborista se ha asignado la “misión”de convertir a su país en un líder mundial en energías limpias para 2030, este es un ejemplo de una de las tantas batallas políticas que se librarán cada vez con mayor frecuencia en el mundo. 

El plan del partido opositor en el parlamento inglés, a través de su líder Sir Keir Starmer, plantea alcanzar la metas con la creación de una empresa pública, Great British Energy, para financiar infraestructura, reducir las facturas, crear puestos de trabajo y proporcionar seguridad energética, además de crear un Fondo Nacional de Riqueza para canalizar dinero público y privado hacia proyectos de construcción de gigafábricas de baterías y plantas de producción de acero limpio.

El plan del partido Laborista contempla además, dejar de emitir licencias para la extracción de gas y petróleo en el Mar del Norte pero, respetarán los que ya fueron otorgados con el objetivo de dar certidumbre a los inversionistas, la medida es polémica pues por una parte, el sindicato de trabajadores ve con pesimismo la conservación de los puesto de trabajo en el futuro, mientras que los grupos ecologistas, manifiestan que estas políticas son inconsistentes con los objetivos del Reino Unido para alcanzar las cero emisiones netas para el año 2030.

Pero el gobierno del Reino Unido no es el único que se encuentra en este dilema, por ejemplo, el gobierno de Polonia, fue severamente criticado por los miembros de la comisión de energía de la Unión Europea debido al programa que extendiera los subsidios a las centrales eléctricas que utilizan carbón, que representan más del 70 por ciento de la generación eléctrica del país y que, por el momento, no podrán revertir pese al veto del uso del carbón en varios de los países de la zona.

Otros países como Noruega, Suiza y Francia, enfrentan dilemas similares en los que sus respectivas legislaciones y estructuras económicas complican la implementación de políticas encaminadas a disminuir de manera decisiva sus emisiones, la disyuntiva en la mayoría de las naciones pasa por la decisión de pisar a fondo el acelerador para encaminar sus infraestructuras y estructuras productivas hacia una economía baja en carbono o, realizar la transición a paso lento y a largo plazo.

Para llevar adelante el plan de trabajo propuesto por el partido Laborista, se preciso de un crédito de alrededor de 35 mil millones de dólares, que significan varias veces la inversión del gobierno de Estados Unidos para su programa de reducción de emisiones.

Todos los países del mundo enfrentan la misma disyuntiva que las naciones que  lideran la transición hacia economías bajas en carbono pero, como ejemplifica el Reino Unido, la carrera para contener el calentamiento global demanda enormes cantidades de inversión y la alineación y generación de políticas públicas que salvaguarden la protección ambiental sin alterar y socavar los fundamentos y estructuras económicas que dan forma a las sociedades modernas que fundamentan su sostenibilidad y que representan, la cruda realidad de la conversión.