El fast fashion, la segunda industria más contaminante
Escrito por Miriam Jimenez |
Anualmente, el fast fashion consume aproximadamente 93 billones de litros de agua, la cantidad suficiente […]
Anualmente, el fast fashion consume aproximadamente 93 billones de litros de agua, la cantidad suficiente para abastecer a cinco millones de personas.
El fast fashion, o moda rápida, es un fenómeno en el cual se introducen, de forma apresurada, nuevas colecciones de ropa siguiendo las tendencias. Estas prendas son diseñadas y fabricadas a bajo costo, para ser lo más asequibles para el consumidor.
Con este estilo de producción se alienta el consumismo, práctica mediante la cual las personas compran más de lo indispensable. Hay varios factores que propician este hábito, entre los que atañen al fast fashion está la presión ejercida por el entorno social y el tiempo de vida tan reducido de los productos.
Muchas de las vestimentas terminan en la basura, aún encontrándose en buen estado, por tener una vigencia tan corta. Según un estudio realizado por la Fundación Ellen MacArthur, de 2002 a 2016 se redujo 36 por ciento el número de veces que se utiliza la ropa. A su vez reveló que hay casos en los que se emplean entre siete y diez ocasiones para luego desecharse.
De acuerdo con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, la industria de la moda es la segunda más contaminante. Anualmente consume un aproximado de 93 billones de litros de agua, la cantidad suficiente para abastecer a cinco millones de personas. Esto equivale al 20 por ciento del derroche total de agua en el planeta.
Además es la responsable de entre el 8 y 10% por ciento de las emisiones de carbono a nivel mundial, similar a la que genera toda la Unión Europea junta, e incluso superior a la originada por todos los vuelos internacionales y transporte marítimo. Asimismo, el lavado de productos textiles deriva en aproximadamente 500 mil toneladas de microplásticos anuales en los océanos.
Entre las principales marcas del fast fashion se pueden encontrar como referentes a H&M, Zara, Forever 21, C&A, Gap, Victoria’s Secret, Uniqlo, Primark, Bershka, Pull&Bear, Stradivarius, Topshop y más. También existen empresas como Shein, originaria de China, que han adquirido gran poder en el mundo de la moda debido a sus precios tan bajos. Algunas de ellas, señaladas por sus malas prácticas de sustentabilidad.
Anualmente se confeccionan aproximadamente 150 mil millones prendas, 63 millones de toneladas. Se estima que el 30 por ciento de ese total nunca llega a venderse, incluso se calcula que la mitad de la ropa producida terminan siendo desechadas en menos de un año.
Mucha de la ropa descartada por las grandes potencias termina en gigantescos vertederos de países menos desarrollados, principalmente los africanos. Ghana, Kenia, Uganda, Tanzania, Togo, entre otros. También en naciones de otros continentes como India, Pakistán, Chile o Emiratos Árabes Unidos. Esta última, según datos de la Asociación Ibérica de Reciclaje Textil (ASIRTEX), es la que mayor cantidad recibe proveniente de España.
El mercado de Kantomanto, en Acra, capital de Ghana, llegan hasta 15 toneladas de ropa usada a la semana, proveniente de Europa, Estados Unidos o China. Los comerciantes aprovechan para venderla, pero se cree que el 40 por ciento, es desechada por su baja calidad y son enviadas a vertederos que contaminan tierra y mar. Algo similar ocurre en el desierto de Atacama, Chile, donde la gran cantidad de textiles termina formando inmensas montañas.
Existen varias alternativas para mitigar el daño provocado por el fast fashion. Desde evitar comprar ropa no indispensable, consumir de forma responsable en marcas de moda sostenible (Hemper, Closty, por citar algunas), o adquiriendo prendas de segunda mano en tianguis y bazares de redes sociales.
De igual forma existen empresas como Rimagined, de origen hindú, dedicada a darle un segundo uso a gran cantidad de desperdicios bajo el principio de las 5Rs (rechazar, reducir, reutilizar, reciclar y reintegrar).