Transición energética, un camino complicado

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Por: Fernanda Ramírez, Directora General de Comunicación SPRED De acuerdo con datos de la Nasa, […]

Por: Fernanda Ramírez, Directora General de Comunicación SPRED
De acuerdo con datos de la Nasa, en 2020 la temperatura media fue de 1.02 ºC más elevada respecto al período 1950-1980, es un hecho, la tierra se está sobrecalentando y a estas alturas eso ya no debería de ser motivo de sorpresa sino de acciones contundentes a nivel mundial.
Los efectos del calentamiento son palpables desde el derretimiento de los glaciares y la subida del nivel del mar, la desertificación y en contraparte fenómenos como el aumento de nevadas, huracanes, inundaciones e incendios, lo que tiene altos costos monetarios y peor aún cobra la vida de miles de personas al año a nivel mundial.
En diciembre de 2015, se firmó el acuerdo de París que involucra a naciones de todas las regiones del mundo. Dicho acuerdo establece el objetivo de mantener, antes de finales de este siglo, el calentamiento global por debajo de 2 grados respecto a los niveles preindustriales y de ser posible limitarlo a 1.5 grados.
Posterior a este texto se firmó el de Glasgow en 2021, con el que se ratificó el compromiso de lograr el no uso de carbón para 2050.
La única manera de alcanzar los objetivos de dichos acuerdos es dejar de lado los combustibles fósiles por aquellos de bajas emisiones o sin emisiones de carbono o provenientes de fuentes renovables. Esta meta parece la panacea o una responsabilidad de los países, sin embargo, es un desafío personal que inicia cuando enciendes tu auto a base de gasolina.
Aunque México ha suscrito ambos acuerdos, su política no promueve el uso de energías renovables, por el contrario, el uso de fósiles es su prioridad y como muestra la compra de una refinería y la construcción de otra.
Lo anterior en línea con la tendencia de América Latina que es la región más rezagada a nivel mundial en resultados hacia la transición energética, en términos generales su avance sólo alcanza 22 por ciento, de acuerdo con el reporte ‘Índice de preparación para la transición energética’, que realizó Siemens Energy.
En otro continente, Europa, la guerra entre Rusia y Ucrania ha tenido graves consecuencias ambientales en la región. La destrucción de infraestructuras, la contaminación por explosivos y la emisión de gases tóxicos son solo algunos de los efectos negativos.
En la región de Donbás, donde se han desarrollado gran parte de los conflictos, la destrucción de centrales térmicas y sistemas de tratamiento de aguas residuales ha llevado a la contaminación del aire y del agua, poniendo en peligro la salud de la población y el medio ambiente.
Además, el uso de armamento y explosivos ha provocado la contaminación del suelo con metales pesados y otros productos tóxicos, lo que puede tener graves consecuencias a largo plazo.
El camino es arduo y sólo con acciones contundentes se podrá alcanzar la transición.