Desalinización de los océanos, una alternativa ante la crisis hídrica
Escrito por verdes |
Actualmente, países del Medio Oriente cuentan con diez de las plantas desalinizadoras más grandes del […]
Actualmente, países del Medio Oriente cuentan con diez de las plantas desalinizadoras más grandes del mundo, lo que las convierte en una alternativa ante la crisis hídrica.
La desalinización es el proceso por el cual pasa el agua salada de los océanos y se convierte en potable. Los países de Medio Oriente cuentan con diez de las plantas desalinizadoras más grandes del mundo, cuatro en Arabia Saudita, cinco en Emiratos Árabes Unidos y una en Israel.
Existen dos categorías principales en la desalinización del agua, una es por evaporación térmica y la otra es separación basada en membrana. Un estudio publicado por la Universidad Autónoma Indígena de México, divide esas categorías según la energía utilizada: vapor, frío, presión, carga eléctrica y atracción química.
Como ejemplo de los sistemas de membranas está el proceso llamado “ósmosis inversa”. Este es el más eficiente en cuanto a gasto energético, pero llega a necesitar hasta el triple de agua que el resto de las tecnologías. En este el agua y las sales se separan a través de la presión ejercida sobre el líquido, la presión varía dependiendo de la cantidad de sólidos y del grado de desalinización requerido.
Entre los modelos de desalación térmica, se encuentra la destilación en múltiples etapas. Esta se realiza en varias etapas, en cada una de ellas el agua se calienta en serpentín o tubos en paralelo, posteriormente pasa a otro tanque donde la presión es reducida y el agua puede hervir. Una vez vaporizada, se enfría y se condensa el producto para recogerse a forma de cascada.
Actualmente, Arabia Saudita es el país con mayor impulso en la desalinización del agua, pues se estima que cuatro de cada cinco litros que se consumen vienen de plantas desalinizadoras.
Port Stanvac alberga la planta desalinizadora más grande de Australia, cerca de la ciudad con mayor población de Australia Meridional. Cuenta con la capacidad de abastecer de agua al 50 por ciento de la región, puede potabilizar 300 millones de litros al día. Estados Unidos tiene en Carlsbad, California, una planta capaz de desalinizar 190 millones de litros de agua para el condado de San Diego.
En Europa, la planta desaladora más grande está en Torrevieja, España. Esta puede producir 240 millones de litros, de los cuales la mitad es destinada al riego y el resto para el suministro de Murcia y de Alicante.
Tras el proceso de desalinización, queda la “salmuera”, esta es agua con una alta concentración de sales y minerales. En principio no genera grandes daños ambientales al devolverse al océano porque se diluye. Sin embargo, en el futuro eso podría cambiar por un aumento excesivo, de ahí que exista Sea4Value. Un proyecto impulsado por la Unión Europea con el fin de extraer los minerales y metales de la salmuera y así obtener materias primas de manera sostenible.
México, y el planeta en general, atraviesa una crisis hídrica muy delicada. El norte y centro del país presentan una gran escasez de agua, por ello la Comisión Nacional del Agua está en búsqueda de alternativas para frenar esta situación. La desalinización es una posibilidad, pero hay tres motivos que lo detienen; los costos energéticos, el factor económico y el ecológico. Hacer potable el agua salada requiere mucha energía, su infraestructura es muy costosa y el correcto manejo de la salmuera.
Estas dificultades que tiene México también están presentes en el resto del mundo. De ahí que no todas las naciones puedan costearlo. También se debe tener en cuenta el impacto ambiental que significa operar estas plantas con energía no renovables o el sobre costo en el precio que sería el hacerlas funcionar con energías renovables.
Actualmente, hay aproximadamente 18 mil plantas desaladoras en el mundo. Estas producen entre el 1 y el 3 por ciento del agua potable que necesita a nivel mundial, según la Asociación Internacional de Desalinización. El impulso a esta industria y a proyectos como Sea4Value pueden generar un gran cambio en el futuro, pero actualmente están lejos de ser una solución para las 2,200 millones de personas que no tienen acceso al agua potable, según la OMS y la UNICEF, además del impacto que representa en los ecosistemas acuáticos.