La extracción de oro extracción ostenta un alto costo ambiental

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Escrito por verdes |

El oro es uno de los metales más preciados y codiciados del mundo. Su brillo, […]

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El oro es uno de los metales más preciados y codiciados del mundo. Su brillo, su durabilidad y su escasez lo han convertido en un símbolo de riqueza, poder y prestigio. Sin embargo, detrás de su belleza se esconde una realidad oscura y sangrienta. La extracción, el comercio y el consumo de oro tienen un alto costo ambiental, social y humano que muchas veces se ignora o se minimiza.

La minería del oro es una actividad que genera graves impactos ambientales, como la deforestación, la contaminación del agua y del aire, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Además, la minería de oro utiliza grandes cantidades de agua y energía, lo que contribuye al agotamiento los estos recursos vitales. Según un informe de la ONU, la producción de una tonelada de oro requiere el uso de 200 mil litros de agua y 250 toneladas de cianuro, un químico altamente tóxico que se utiliza para separar el oro de la roca.

La extracción de oro también tiene consecuencias sociales y humanas devastadoras. La explotación laboral, la violación de los derechos humanos, los conflictos armados, la corrupción, el lavado de dinero y el narcotráfico son algunos de los problemas que se asocian con esta actividad.

Muchos trabajadores mineros son víctimas de condiciones inhumanas, como jornadas extenuantes, salarios miserables, falta de seguridad y salud ocupacional, y exposición a sustancias peligrosas. Además, muchas comunidades indígenas y campesinas son desplazadas o amenazadas por las empresas mineras que invaden sus territorios ancestrales sin su consentimiento.

El consumo de oro también tiene un lado oscuro. El oro es uno de los principales componentes de la joyería, pero también se utiliza en la electrónica, la medicina, la industria aeroespacial y la odontología. Sin embargo, la mayoría de los consumidores desconoce el origen y el destino del oro que compra o usa. Muchas veces, el oro proviene de zonas en conflicto o de minería ilegal, lo que implica que su adquisición financia la violencia, la criminalidad y la violación de los derechos humanos. Por otro lado, el oro tiene una vida útil limitada y termina en la basura o en vertederos, donde contamina el ambiente y desperdicia un recurso no renovable.

Negocio dorado

Sin embargo, a pesar del alto costo social y ambiental que supone la extracción de este metal, las ganancias que deja a las mineras es tan jugoso que provoca que empresas y gobiernos volteen la cara ante este problema.

Según datos de Mining Intelligence, las 10 principales empresas mineras de oro del mundo produjeron 27.48 millones de onzas (Moz) en 2020, por un valor aproximado de 48,000 millones de dólares aproximadamente. Las empresas son: Newmont, Barrick Gold, AngloGold Ashanti, Polyus Gold, Kinross Gold, Gold Fields, Newcrest Mining, Agnico Eagle Mines, Kirkland Lake Gold y Harmony Gold. 

Sin embargo, estas ganancias no se reflejan en el desarrollo de los países donde se extrae el oro, ni en el bienestar de los mineros y sus familias ¿por qué ocurre esto? la respuesta depende de varios factores como el marco legal, fiscal y regulatorio de cada país, el nivel de participación estatal o comunitaria en los proyectos mineros, el grado de transparencia y rendición de cuentas de las empresas y las autoridades, y el destino que se le da a los recursos generados por la minería. 

Según un informe del Consejo Mundial del oro, el 70 por ciento del valor económico generado por la industria del oro se destina al pago de proveedores locales, contratistas y empleados; el 15 por ciento se paga en impuestos a los gobiernos; el 9 por ciento se reinvierte en las operaciones mineras; y el 6 por ciento se distribuye entre accionistas e inversionistas. 

Sin embargo, estas cifras pueden variar según el contexto específico de cada país o región. Por ejemplo, en México, según datos del gobierno federal, la industria minera aportó en 2013 un total de 2,600 millones de dólares en impuestos federales y estatales; donde 1,500 millones se destinaron a salarios; 1,300 millones en compras locales; 500 millones en inversión social; y 300 millones en regalías.